ABSTRACT

El complejo panorama social de las últimas décadas hizo sentir sus efectos sobre la dinámica de las escuelas y sobre el trabajo de sus docentes. Las relaciones pedagógicas han devenido diferentes, los modos de pensarse niños y adultos en la experiencia escolar también.  Sin embargo, prima todavía un modo de la mirada, un modo de nombrar las diferencias en tanto ejercicio de una exterioridad. 

Algunas cuestiones se afirman de modo totalizador, el alumno, el niño, el aprendizaje, la trayectoria escolar, la temporalidad de la enseñanza. Sabemos sin embargo, que existen variedad de sentidos y versiones por explorar. 

La ponencia invita a examinar los modos que organizan las prácticas escolares frente a la demanda de inclusión y de atención a la “diversidad”, supone movilizar las representaciones desde las que se pensó la escolaridad común, desmantelar aquellas suposiciones y perspectivas que cancelan la pluralidad de formas y sentidos, o que configuran de modo prejuicioso y universalizante la experiencia de enseñar y aprender en las escuelas.

“La educación necesita recuperar para sí esa mirada de implicación y empatía, una mirada que despierte el puede ser en el interior de lo nombrado…problematizar en cada uno de nosotros esas políticas desde las que percibimos o invisibilizados a alguien, esas fijaciones en las que reposa un orden excluyente y estigmatizador” (Rattero: 2012, 81)

En este marco, es preciso resignificar la enseñanza y vitalizar el vínculo del maestro/ profesor con el conocimiento. Enriquecer el reparto simbólico, pensar nuestro modo de relación a lo desconocido… Infancia, diversidad, inclusión /exclusión, la escuela y la apuesta por la igualdad, -más allá de los grandes enunciados- nos implican a pensar una y otra vez, nuestras apuestas cotidianas. Y en ellas, esas gestualidades mínimas que pueden habilitar un incalculable porvenir…